
“Me dijo un amigo, yo canto contigo este carnaval...”. Y así comenzaba un pasodoble de la Comparsa “La Caja de Pandora” (de los catalogados por los lumbreras de “la nuestra” como de consumo interno). Una vez más la pluma de Joaquín Quiñones, con sus pros y contras, me trajo miles de recuerdos y vivencias; desde las primeras agrupaciones de mi infancia hasta la actualidad…
Amigo, una palabra tan efímera en el carnaval y que a veces elevamos a los altares, como si de un “Dios pagano” se tratase. Esta es la lacra de nuestra fiesta. Para muchos vale más el premio en sí que la propia lealtad. Lamentablemente, el egoísmo (o egocentrismo) de componentes y autores por alcanzar la fama es el pan nuestro de cada día. En parte esto es culpa del aficionado que, desde su plana perspectiva, los encumbra hasta límites insospechados, siendo sólo - o al menos para mí lo son - simples ejecutantes de una fiesta popular… Es por ello que me resulta cuanto menos curioso que para lograr tales fines algunos estén dispuestos a todo, incluso a renegar de los amigos y/o compañeros que un día fueron su apoyo, o simplemente compartieron tablas. Todos merecen un respeto. Lo verdaderamente triste de esto es que el cáncer ya no se limita sólo a las grandes agrupaciones como ha sucedido siempre, o casi siempre.
Haciendo un poco de memoria… Allá por noviembre de 1993 embarqué junto a un grupo de chavales de Alhaurín el Grande en esta bendita aventura. Durante muchos años fuimos cultivando buenas coplas por toda Andalucía y enriqueciendo el significado de la palabra amistad, y todo ello gracias a un grandísimo desconocido de esta fiesta – en otra ocasión os hablaré de él - que sin honorario alguno compartió con nosotros sus dos grandes pasiones: la docencia y el carnaval. Recuerdo como esperaba con impaciencia cada ensayo para reencontrarme con los míos y con “el maestro gruñón” que, con el paso del tiempo, se convirtió en un segundo padre para mí. También recuerdo que cuando llegaba febrero todo era distinto y cada actuación pasaba de ser un “mero trámite” a un momento especial. Quizás deberíamos pararnos a reflexionar y aprender de los principios y valores que aquel maestro inculcó en tantos niños y jóvenes. Gracias, Ignacio.
El carnaval, tal y como lo concebimos, es una fiesta en constante equilibrio entre el amor y el odio. Esta dualidad también conlleva consigo grandes satisfacciones en el ámbito personal pues tiene la peculiar virtud de sacar lo bueno y lo malo de cada individuo. Durante mis años de carnaval he conocido grandes amigos y algún que otro “amigo vano” disfrazado de cordero. Mi confianza en este tipo de carroña me hizo replantearme muchas veces si merecía la pena seguir o no, pero siempre encontré la mano amiga, a veces inesperada, que me demostró que esto tiene recompensa más allá del carnaval y lo material.
Llegando a este punto no puedo marcharme sin citar un fragmento de la comparsa “Los Acuarelas” que en muy pocas palabras refleja fielmente el significado de la amistad en esta fiesta de “Dioses paganos”:
“…he conocido a mil tontos
en medio de tres amigos…”.
Espero que una vez más la torpe
visión de mi realidad sea de vuestro agrado…
Antonio Rosa Millán
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